Conrado Abad: La Humilde Leyenda del Toreo Rural

La vida de Conrado Abad, conocido como «el eterno maletilla», representa una tauromaquia auténtica, lejos de los reflectores y anclada en la pasión por el toro bravo. Sin buscar fama, Conrado se mantuvo en las capeas de los pueblos, compartiendo con aquellos que veían en el toreo una vocación profunda.

Imagen de WhatsApp 2024 11 09 a las 22.44.32 4b2a0a2b EL TOREO CASTELLANO

Pasión y Valentía en Cada Viaje

Con la tauromaquia en sus venas, Conrado encontró su hogar en las ferias populares, rodeado de toros bravos. Durante décadas, fue símbolo de tradición y espíritu inquebrantable en los festejos taurinos de pequeñas localidades. En Ciudad Rodrigo, en particular, dejó una huella imborrable, transformando el Carnaval del Toro en un escenario donde su vida sencilla y digna cobraba sentido.

La humildad era su esencia. Con años de experiencia, nunca se apartó de su carácter sencillo y bohemio, rehuyendo comodidades y lujos. Sus verdaderos tesoros eran una muleta, las plazas de los pueblos y el respeto de quienes reconocían su entrega.

Una Voluntad de Acero Ante la Adversidad

El 28 de octubre pasado, Conrado celebró sus 98 años con el mismo espíritu fuerte que siempre lo acompañó. Pocos días después, una infección respiratoria lo llevó al hospital de Salamanca en estado crítico. Contra todo pronóstico, se recuperó, pero días después, en la residencia de Ciudad Rodrigo, su cuerpo se rindió. Conrado había dado su última batalla.

A pesar de su delicada salud, que lo apartó de las capeas tras una fractura de cadera en 2020, Conrado nunca perdió el vínculo con el mundo taurino. Se mantuvo como un espectador fiel, siempre al tanto de la escena actual y del desarrollo de su amada tauromaquia.

Un Torero del Pueblo Hasta el Final

Conrado acumuló anécdotas y experiencias que lo convirtieron en leyenda. Su último percance frente a un toro fue en 2008, en Torrejoncillo, Cáceres, a los 82 años. En 2011, en un homenaje en Ciudad Rodrigo, incluso se atrevió a hacer un paseíllo, lidiando una becerra apoyado en un andador.

Más que un simple maletilla, Conrado fue un filósofo del toreo, un romántico del ruedo que veía el enfrentamiento con el toro como un acto de respeto y admiración. Nunca necesitó trofeos para validarse; su mirada en cada embestida era su verdadero legado.

Inspiración para Nuevas Generaciones

Conrado fue mentor e inspiración para jóvenes toreros como César Jiménez y Juan del Álamo, a quienes alentó a vivir el toreo con humildad y entrega. Compartía con ellos una filosofía donde el coraje y el respeto eran pilares fundamentales.

Hasta sus últimos días, Conrado se mantuvo informado sobre la actualidad taurina, y aunque su salud no le permitía torear, nunca dejó de interesarse por sus compañeros y discípulos. Su amor por el toreo lo acompañó hasta el final, siendo el toro y la capea sus únicas constantes.

El Legado de un Hombre Íntegro

Conrado Abad, «el eterno maletilla», dejó una huella imborrable en la tauromaquia rural. Su vida es un recordatorio de que no todos los héroes buscan fama o riqueza; algunos simplemente viven con autenticidad, inspirando a quienes los rodean. A sus 98 años, Conrado se despidió dejando un ejemplo de integridad que seguirá vivo entre quienes valoran la esencia más genuina del toreo.