Entre el respeto y la exigencia: lo que no se ve desde el tendido

Entre el respeto y la exigencia en la mirada del aficionado
El toro no entiende de excusas. No hay matices ni contexto. En el ruedo, todo es blanco o negro: el toro embiste o no, el torero acierta o falla. Y la plaza, que es soberana, responde. Pero… ¿qué pasa cuando detrás de un mal día no hay una falta de entrega, sino una carga invisible?
¿Hasta qué punto estamos preparados para asumir que, a veces, lo que falla no es la técnica, sino algo más profundo?
Exigencia sí, pero sin intransigencia

No se trata de justificar la falta de actitud. En eso, el aficionado debe ser exigente. Lo ha sido siempre. Y es esa exigencia la que ha sostenido la grandeza del toreo.
Pero también hay que preguntarse si, en ocasiones, esa severidad no se convierte en dureza excesiva. Especialmente cuando el que falla no es un torero cualquiera, sino uno que arrastra consigo una batalla que no se ve. Ahí es donde esta la clave entre el respeto y la exigencia.
El tendido no pregunta

Se dice que el toro no espera. Y es cierto.
Pero el tendido tampoco. Ni perdona, ni pregunta.
Y cuando un torero no está, el juicio es inmediato.
Sin saber qué hay detrás.
Sin margen.
Sin compasión.
Ni siquiera cuando se intuye que lo que hay detrás no es una mala tarde, sino algo mucho más profundo.
¿Dónde queda la salud mental del torero?

Pocas veces se habla de ello. Pero está ahí. La presión. El miedo. El fracaso. La soledad. ¿Tiene derecho el torero a caerse si no está bien? ¿O se le exige siempre ser héroe, esté como esté por dentro?
No se trata de bajar el listón. Ni de justificarlo todo.
Se trata de recordar que, detrás de cada torero, hay una persona.
Que aunque vista de luces, no siempre brilla.
Y que aunque su paso sea firme en el paseíllo, puede ir arrastrando más peso del que vemos. Pero sobre todo se trata de equilibrar entre el respeto y la exigencia.
El juicio vendrá, pero que sea justo
Confiemos en el ruedo. Si el toro pone a cada uno en su sitio, el tiempo lo dirá.
Pero no adelantemos la leña. No juzguemos sin saber. Porque lo que no se ve desde el tendido… también pasa. Y sobre todo, pesa.

Porque si el toreo exige verdad, también merece comprensión. El torero, que se juega la vida sin certezas, carga con más de lo que se ve. Y quizás, entre el respeto y la exigencia, también quepa la humanidad. Esa que no debilita la crítica, pero sí la hace justa. Porque el ruedo es verdad… pero el tendido también pesa.
🟩 Artículo publicado en El Toreo Castellano – Revista Taurina de Castilla y León
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